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martes, 19 de octubre de 2021

Los mapas no son como los vemos en el mundo real

 


Los mapas no son como los pintan, ¿por qué?

El Perú es el país número 24 en lo que al tamaño en la superficie de la tierra se refiere

Respecto a España, los responsables de este mapa nos explican que se encuentra en el puesto 53 de los 295 territorios analizados. 



La proyección imaginada por Mercator distorsiona los polos y empequeñece todas aquellas tierras en torno al ecuador. Por ejemplo, los 1'285,2016 kilómetros de área del Perú podrían tapar, entre parcial y totalmente, hasta diez países europeos. De esta manera, África se muestra mucho más reducida de lo que realmente es. También la India, los archipiélagos entre el Índico y el Pacífico o Brasil. Mientras tanto, otros países europeos por encima del Círculo Polar Ártico muestran un tamaño superior al que realmente tienen. Es el caso de naciones como Suecia, Noruega o Finlandia, entre otras. Tampoco Estados Unidos y Canadá, quienes parecen más grandes gracias a su posición en el mapa. En el lado opuesto podemos encontrar las naciones que integran el continente africano y otras como Brasil o India, entre otros. En definitiva, la proyección imaginada por Mercator nos ayuda a ubicar el mundo tal y como lo conocemos pero nos ofrece una imagen distorsionada de la realidad.




miércoles, 13 de octubre de 2021

ACARI, EN EL TIEMPO Y EN LA HISTORIA

 



Álbum ACARI, EN EL TIEMPO Y EN LA HISTORIA.

Juan Esteban Guzmàn Lòpez agregó 2 fotos nuevas.

Resolución de las siguientes incógnitas: ¿Cuál fue la fecha exacta de la fundación, cuáles los orígenes de su nombre y cuáles las circunstancias etnológicas y geográficas que contempló Fernández en el Valle de los Carates, al declinar el siglo decimosexto?

Aquí están sus conclusiones:

1. El territorio de los Carates fue conocido y explorado por Francisco Fernández en 1566.

2. Entre 1568 y 1569 se realizó la segunda exploración a los Carates, se tanteó la tierra y se dispuso en ella la fundación.

3. El 26 de julio de 1570 ranchearon las huestes peninsulares en el valle de los Hacaritamas.

4. El 7 de noviembre de 1570 fueron señalados los términos de la nueva Ocaña.

5. El 14 de diciembre de 1570 se cumplió el rito solemne de la fundación legal.

«Estas conclusiones –dice el historiador– se ajustan, con plenitud, a la verdad histórica; están garantizadas por la fe pública de los documentos coloniales y no ofrecen contradicción alguna con la cronología del Fundador».

A partir de la lectura de crónicas, apuntes históricos, publicaciones académicas y archivos


civiles y eclesiásticos, el investigador señala que «los nombres de Nueva Madrid y Santa Ana se usaron indistintamente, pero por boca del fundador–dice–, el primero fue el de Ocaña. La Real Cédula, expedida de San Lorenzo el 6 de agosto de 1571, solo menciona la Villa de Ocaña». En su trabajo desfilaron notables personajes de la historiografía, entre ellos, Antonio de Alcedo, «Diccionario geográfico-histórico de la Indias Occidentales o América» (Madrid, 1786-1789), quien presenta a Ocaña como «ciudad de la Provincia y Gobernación de Santa Marta en el Nuevo Reino de Granada, situada en la llanura de Hacarí, por cuya razón se llama también Santa Ana de Acarí...»

.


También, Joaquín Acosta, «Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada» (París, 1848); Joaquín Esguerra, «Diccionario geográfico de los Estados Unidos de Colombia (Bogotá, 1879), asegura que Ocaña fue fundada en el valle de Hacarí, con el nombre de Santa Ana de Hacarí, en tierra de los indios Carates; Felipe Pérez, «Geografía Física y Política del Estado de Santander», repite la información del autor anterior; Alejo Amaya, «Los genitores», (Cúcuta, 1915), se refiere a la posesión de la tierras del Hacaritama; y Luis Febres Cordero, «Del antiguo Cúcuta» (Cúcuta, 1918), cita la fundación de Santa Ana de Hacarí o Nueva Madrid.

Encontré, en la Geografía Moderna, traducida del francés al castellano por Juan Arribas y Sorias y Julián de Velasco (Imprenta de Sancha, Madrid 1792), páginas 310 y 311, la siguiente nota: «Ocaña. Ciudad pequeña, pero bien conocida, y nombrada de la América meridional, en tierra firme, en la Provincia y Gobierno de Santa Marta, que es del Nuevo Reyno de Granada. Tiene su sitio en el país o territorio de los Indios Carates, a orillas del riachuelo del Oro, que allí a poco trecho, se junta con el de Lebrija, y ambos van al de la Magdalena, en cuyo sitio tiene un buen embarcadero, hasta salir a la boca de aquel gran río. Es Ciudad de corta consideración, bien que hay en ella una buena Iglesia Parroquial, un convento de Religiosos Franciscos y otro de Agustinos. Habítanla algunas buenas familias de gente de distinción, y bien hacendadas, y se asegura que las mujeres son por lo general de buen parecer y mucho garbo. Es Ciudad alegre, de buena planta, hermosa a la vista; y aunque su temperamento es frío es muy saludable, y su territorio muy fértil y ameno, especialmente en trigo y en azúcar, cuyos frutos son de excelente calidad. Fundó a este pueblo Francisco Hernández, año de 1572, y de allí a cuatro años, en el de 1576, fue trasladado al sitio o paraje que hoy ocupa, llamado Santa Ana de Hacarí, que hace parte del dicho país de los Indios Carates. Dista Ocaña 35 leguas de Mompox, 70 de Maracaybo, 45 de Pamplona, 33 de Antioquia, 60 de Tenerife, 82 de Santa Marta y 75 de Cartagena».

El lector encontrará diferencias con los resultados de la investigación del doctor Páez Courvel y observará inconsistencias históricas y geográficas, que por diversas circunstancias, no contienen la debida precisión. No quedaron dudas sobre la exploración de la región, ni de las fechas de la fundación, ni del nombre de la ciudad. Sin embargo, nada se dijo del origen del nombre de la región.

Historiadores colombianos y autores de notables obras enciclopédicas acudieron a la fuente más antigua para identificar a un presunto cacique o capitán de indios: Hacarí o Acarí. El Diccionario geográfico-histórico de la Indias Occidentales o América (Madrid, 1786-1789), de don Antonio de Alcedo, fue publicado en cinco volúmenes con fundamento en «cuarenta años de viajes y observaciones por gran parte de América».

Dice el autor citado: Ocaña es una ciudad de la Provincia y Gobernación de Santa Marta en el Nuevo Reino de Granada, situada en la llanura de Hacarí, por cuya razón se llama también Santa Ana de Acarí (así, sin h). Quienes repitieron la unidad lingüística, agregaron la consonante muda al último vocablo, porque seguramente atribuyeron la falta, como decimos ahora, a un error de digitación. Un lapsus calami.

Más tarde se habló del Valle Hacaritama, con su significado muisca, y se acuñó el gentilicio hacariteño. Hacaritama, si tuviera fundamento la existencia del grupo tribal que aparece en las brumas de la historia, podría interpretarse como tierra o región del cacique Hacarí.

Enrique Otero D’Costa (1883-1964), notable figura de la historiografía nacional, narra en uno de los pasajes de la biografía de Alfínger (Apéndice No. 2 del «Cronicón solariego», segunda edición 1972), que los miembros de la expedición, a su paso por el pueblo de Pauxoto, tuvieron noticias de los indios haraacañas, que usaban flechas envenenadas. El tudesco, agradecido por el oro que le habían proporcionado sus anfitriones, los pacabuyes, arremetió contra sus enemigos, los haraacañas, pero no tuvo éxito. En la refriega perdió un soldado y otro salió mal herido. Otero D’Costa dejó la siguiente nota en este pasaje: “Declaran varios autores que la región de Ocaña ocupa el valle llamado de Hacarí, por cuya razón los indios que lo habitaron en la época de las primeras exploraciones se llamaban hacaritamas. Es de interesar la analogía que existe entre este nombre de hacaritamas y el de haraacañas (o tal vez haracaanas) que poblaban tierras situadas hacia la misma región».

Llanura de Hacarí, tribu hacaritama y cacique Hacarí, nos están debiendo la prueba de existencia. Un hilo conductor va hasta el Perú, a través del diccionario de don Antonio de Alcedo. En la obra se dice que el pueblo de Acarí está “situado en un hermoso y dilatado valle en que hay un cerro muy alto que llaman Sahuacario, compuesto de piedras disformes y mucha arena, en el cual a ciertos tiempos, especialmente por los meses de diciembre y enero, se oye un ruido grande y continuo que causa admiración...”.

Documentos contemporáneos lo presentan como distrito de Acarí (sin h) en la Provincia de Caravelí, Departamento de Arequipa, en el sur del Perú. Su memoria empieza el 25 de agosto de 1525, en el Valle de Hacarí, atravesado por un río con lución de las siguientes incógnitas: ¿Cuál fue la fecha exacta de la fundación, cuáles los orígenes de su nombre y cuáles las circunstancias etnológicas y geográficas que contempló Fernández en el Valle de los Carates, al declinar el siglo decimosexto?

Aquí están sus conclusiones:

1. El territorio de los Carates fue conocido y explorado por Francisco Fernández en 1566.

2. Entre 1568 y 1569 se realizó la segunda exploración a los Carates, se tanteó la tierra y se dispuso en ella la fundación.

3. El 26 de julio de 1570 ranchearon las huestes peninsulares en el valle de los Hacaritamas.

4. El 7 de noviembre de 1570 fueron señalados los términos de la nueva Ocaña.

5. El 14 de diciembre de 1570 se cumplió el rito solemne de la fundación legal.

«Estas conclusiones –dice el historiador– se ajustan, con plenitud, a la verdad histórica; están garantizadas por la fe pública de los documentos coloniales y no ofrecen contradicción alguna con la cronología del Fundador».

A partir de la lectura de crónicas, apuntes históricos, publicaciones académicas y archivos civiles y eclesiásticos, el investigador señala que «los nombres de Nueva Madrid y Santa Ana se usaron indistintamente, pero por boca del fundador–dice–, el primero fue el de Ocaña. La Real Cédula, expedida de San Lorenzo el 6 de agosto de 1571, solo menciona la Villa de Ocaña». En su trabajo desfilaron notables personajes de la historiografía, entre ellos, Antonio de Alcedo, «Diccionario geográfico-histórico de la Indias Occidentales o América» (Madrid, 1786-1789), quien presenta a Ocaña como «ciudad de la Provincia y Gobernación de Santa Marta en el Nuevo Reino de Granada, situada en la llanura de Hacarí, por cuya razón se llama también Santa Ana de Acarí...»

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También, Joaquín Acosta, «Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada» (París, 1848); Joaquín Esguerra, «Diccionario geográfico de los Estados Unidos de Colombia (Bogotá, 1879), asegura que Ocaña fue fundada en el valle de Hacarí, con el nombre de Santa Ana de Hacarí, en tierra de los indios Carates; Felipe Pérez, «Geografía Física y Política del Estado de Santander», repite la información del autor anterior; Alejo Amaya, «Los genitores», (Cúcuta, 1915), se refiere a la posesión de la tierras del Hacaritama; y Luis Febres Cordero, «Del antiguo Cúcuta» (Cúcuta, 1918), cita la fundación de Santa Ana de Hacarí o Nueva Madrid.

Encontré, en la Geografía Moderna, traducida del francés al castellano por Juan Arribas y


Sorias y Julián de Velasco (Imprenta de Sancha, Madrid 1792), páginas 310 y 311, la siguiente nota: «Ocaña. Ciudad pequeña, pero bien conocida, y nombrada de la América meridional, en tierra firme, en la Provincia y Gobierno de Santa Marta, que es del Nuevo Reyno de Granada. Tiene su sitio en el país o territorio de los Indios Carates, a orillas del riachuelo del Oro, que allí a poco trecho, se junta con el de Lebrija, y ambos van al de la Magdalena, en cuyo sitio tiene un buen embarcadero, hasta salir a la boca de aquel gran río. Es Ciudad de corta consideración, bien que hay en ella una buena Iglesia Parroquial, un convento de Religiosos Franciscos y otro de Agustinos. Habítanla algunas buenas familias de gente de distinción, y bien hacendadas, y se asegura que las mujeres son por lo general de buen parecer y mucho garbo. Es Ciudad alegre, de buena planta, hermosa a la vista; y aunque su temperamento es frío es muy saludable, y su territorio muy fértil y ameno, especialmente en trigo y en azúcar, cuyos frutos son de excelente calidad. Fundó a este pueblo Francisco Hernández, año de 1572, y de allí a cuatro años, en el de 1576, fue trasladado al sitio o paraje que hoy ocupa, llamado Santa Ana de Hacarí, que hace parte del dicho país de los Indios Carates. Dista Ocaña 35 leguas de Mompox, 70 de Maracaybo, 45 de Pamplona, 33 de Antioquia, 60 de Tenerife, 82 de Santa Marta y 75 de Cartagena».

El lector encontrará diferencias con los resultados de la investigación del doctor Páez Courvel y observará inconsistencias históricas y geográficas, que por diversas circunstancias, no contienen la debida precisión. No quedaron dudas sobre la exploración de la región, ni de las fechas de la fundación, ni del nombre de la ciudad. Sin embargo, nada se dijo del origen del nombre de la región.

Historiadores colombianos y autores de notables obras enciclopédicas acudieron a la fuente más antigua para identificar a un presunto cacique o capitán de indios: Hacarí o Acarí. El Diccionario geográfico-histórico de la Indias Occidentales o América (Madrid, 1786-1789), de don Antonio de Alcedo, fue publicado en cinco volúmenes con fundamento en «cuarenta años de viajes y observaciones por gran parte de América».

Dice el autor citado: Ocaña es una ciudad de la Provincia y Gobernación de Santa Marta en el Nuevo Reino de Granada, situada en la llanura de Hacarí, por cuya razón se llama también Santa Ana de Acarí (así, sin h). Quienes repitieron la unidad lingüística, agregaron la consonante muda al último vocablo, porque seguramente atribuyeron la falta, como decimos ahora, a un error de digitación. Un lapsus calami.


Más tarde se habló del Valle Hacaritama, con su significado muisca, y se acuñó el gentilicio hacariteño. Hacaritama, si tuviera fundamento la existencia del grupo tribal que aparece en las brumas de la historia, podría interpretarse como tierra o región del cacique Hacarí.

Enrique Otero D’Costa (1883-1964), notable figura de la historiografía nacional, narra en uno de los pasajes de la biografía de Alfínger (Apéndice No. 2 del «Cronicón solariego», segunda edición 1972), que los miembros de la expedición, a su paso por el pueblo de Pauxoto, tuvieron noticias de los indios haraacañas, que usaban flechas envenenadas. El tudesco, agradecido por el oro que le habían proporcionado sus anfitriones, los pacabuyes, arremetió contra sus enemigos, los haraacañas, pero no tuvo éxito. En la refriega perdió un soldado y otro salió mal herido. Otero D’Costa dejó la siguiente nota en este pasaje: “Declaran varios autores que la región de Ocaña ocupa el valle llamado de Hacarí, por cuya razón los indios que lo habitaron en la época de las primeras exploraciones se llamaban hacaritamas. Es de interesar la analogía que existe entre este nombre de hacaritamas y el de haraacañas (o tal vez haracaanas) que poblaban tierras situadas hacia la misma región».

Llanura de Hacarí, tribu hacaritama y cacique Hacarí, nos están debiendo la prueba de
existencia. Un hilo conductor va hasta el Perú, a través del diccionario de don Antonio de Alcedo. En la obra se dice que el pueblo de Acarí está “situado en un hermoso y dilatado valle en que hay un cerro muy alto que llaman Sahuacario, compuesto de piedras disformes y mucha arena, en el cual a ciertos tiempos, especialmente por los meses de diciembre y enero, se oye un ruido grande y continuo que causa admiración...”.

Documentos contemporáneos lo presentan como distrito de Acarí (sin h) en la Provincia de Caravelí, Departamento de Arequipa, en el sur del Perú. Su memoria empieza el 25 de agosto de 1525, en el Valle de Hacarí, atravesado por un río con el mismo nombre. Aquí, seguramente, nació la confusión.el mismo nombre. Aquí, seguramente, nació la confusión



martes, 5 de octubre de 2021

Ole y su origen. Una expresión mundial pero netamente taurina

 



¡Ole! (o más raramente ¡olé!) es una interjección española, que se utiliza coloquialmente para animar, aplaudir, o jalear. Entre los no españoles se identifica tópicamente con la cultura española, y es bastante conocida por su uso en el flamenco y la tauromaquia.

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Autor: Enrique Bernárdez Sanchis

Título: Wa-llâh: Por Alá

Fecha y hora: miércoles, 5 de octubre de 2005, 10:29 h

Eso es lo que afirman todos los expertos en etimología. Wa-llâh es una exclamación árabe "¡Por Alá!" que aparece entre nosotros como "Olé". No es raro, teniendo en cuenta el sonido de la A de Allâh, que se aproxima al de nuestra o, y los demás cambios, perfectamente normales

Enrique Bernárdez

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Autor: Leonardo Garrido Rey

Título: Ole... y ¡olé!

Fecha y hora: jueves, 29 de septiembre de 2005, 17:41 h

Puede ser dos cosas. 1ª escrito tal como suena. Un baile andaluz del siglo XIX, y que ahora se interpreta poco. Se acompañaba de guitarras y palmas -sin castañuelas, o crótalos o palillos, que de las tres formas se

llama al pequeño instrumento de percusión- y la 2ª entre admiraciones y acentuado ¡OLÉ! es una interjección de ánimo y admiración, utilizada sobre todo para jalear un buen pase en la corrida de toros, fundamentalmente. Interjección taurina fundamentalmente.




domingo, 3 de octubre de 2021

Aniversario de la Independencia del Perú en la Plaza de Acho

 

Plaza de Acho Lima, Perú

El sábado 28 de julio de 1821, siguiendo los protocolos virreinales,


José de San Martín salió del palacio de Lima a las 10 a.m. junto a un numeroso séquito a caballo. Lo componían, en primer lugar, las autoridades de la Universidad de San Marcos vestidas con toga y birrete, luego, los altos miembros del clero y los priores de los conventos, después, los jefes militares del Ejército patriota y, finalmente, los títulos de Castilla y los caballeros de las órdenes de caballería, acompañados por los oidores de la Real Audiencia y los regidores perpetuos del Cabildo. Precedido de este cortejo, venía San Martín flanqueado por el conde de San Isidro, a la izquierda, y el marqués de Montemira, a la derecha, quien como portaestandarte llevaba la flamante bandera diseñada por el libertador. Detrás de ellos iban el conde de la Vega del Ren, los altos jefes del Ejército y un escuadrón de húsares. Flanqueaban la marcha los Alabarderos de la Guardia Real.



Al terminar las proclamas, San Martín y el cortejo regresaron al palacio de los virreyes, donde recibieron a Thomas Cochrane, quien


acababa de arribar al Callao. En la tarde, siguieron las celebraciones con una corrida de toros en la Plaza de Acho y, en la noche, con una recepción en el palacio municipal. Se hallaba entonces en Lima el marino Basil Hall, comandante de una navío de la flota británica anclada en el

Callao, que había sido llamado por el marqués de Montemira para que con sus tropas resguardara la ciudad del probable ataque de las montoneras indígenas. Este personaje fue testigo de la proclamación de la independencia; en su diario culmina su relato del suceso comentando la reacción del público luego de la declamación de San Martín en la Plaza de Acho:



Acta de la independencia del Perú