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viernes, 18 de enero de 2019

La Ciudad de los Reyes cumple 484 años

La Plaza de Acho en parte de su cabecera tradición limeña 



En el marco del aniversario de Lima quiero compartir este texto con todo mi cariño:
Juan Günther: el cóndor de Lima
por Josefina Barrón
Si alguien amó esta ciudad, ese fue Juan Günther. Si alguien dijo que no era La Horrible, que tenía pasado y presente, ese fue él. Si alguien se tomó el trabajo de mirarla como quien mira una gema extraordinaria, recopiló apasionadamente, y a pesar de las limitaciones que impone el dinero, fotos, textos, documentos, ilustraciones y mapas de nuestra capital, ese fue Juan Günther. Si alguien logró que Lima fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, si alguien nos hizo ver, entender, asumir que Lima es un oasis cultural que se ha forjado a través de miles de años con el esfuerzo inicial de hombres que hicieron del inmenso arenal un vergel, ese fue Juan Günther. Por todo eso y más, no ha muerto ni morirá el hombre que reescribió la historia de la capital y, por lo tanto, la nuestra.
Lo conocí hace unos años. Estaba rodeado de libros. A lo mejor los libros estaban rodeados por
Günther, que le imprimía la pasión del investigador y la hondura del filósofo a cada imagen y cada palabra que caía en su impresionante archivo. La vida del arquitecto era un incesante descifrar de claves que el tiempo impone. Entre sus joyas, la edición príncipe de “Peregrinaciones de una paria”, fotos de huacas que ya no existen, las de los árboles de la avenida Venezuela, cuando los había. Yo buscaba datos para “Tinkuy”, libro sobre la transformación del territorio peruano de manos de sus pobladores. Creación cultural que Juan Günther dominaba como el cóndor la tierra que sobrevuela. Ahora que lo evoco, me hubiera gustado caminar con él por Lima para escuchar todo aquello que cada rincón le suscitaba.
Günther es uno de los grandes historiadores de nuestra capital, junto con Raúl Porras Barrenechea, Ricardo Palma, José Gálvez y Héctor Velarde. Pero a diferencia de ellos, él propuso una mirada integral de Lima desde su gesta geológica, sus cambios tecnológicos en pleno siglo XIX y la aparición de nuevos barrios, sin dejar de lado su vertiginoso crecimiento, encerrada como está la ciudad entre el mar y las estribaciones andinas. Reflexionaba sobre su futuro, amenazado por inminentes terremotos y, lo que era aún más peligroso para él, por el elitismo y segregacionismo de algunos distritos contra otros.
Su vocación de arquitecto comenzó en las vacaciones escolares. Se crió en Casa Grande, donde su padre administraba el almacén. Siendo aprendiz del taller de mecánica en la hacienda azucarera, descubrió que tenía talento para el dibujo. Cuando solo era un adolescente trabajó en una empresa de diseño de repuestos para fábricas en Trujillo. Un día llegó el sacerdote de Chocope y le pidió a su jefe que lo ayudase, pues se había caído la torre de la iglesia. El jefe le respondió que allí hacían diseños de otro tipo pero que estaba Juan, el chico al que le gusta dibujar esas cosas. Juan diseñó y construyó aquella torre. De ahí en adelante pasó por todo un periplo, vivió en Europa, estudió en La Sorbona, trabajó en Argelia y volvió a Lima a quedarse para siempre, juntito a la huaca Pucllana que tanto miraba, esa huaca que llamábamos Juliana cuando yo era niña y montábamos bicicleta sobre ella. Amó Juan Günther la ciudad porque la comprendió desde su génesis; fue limeño, limeñísimo, a pesar de haber migrado aquí recién en su juventud. De muchas maneras Lima fue su terruño. Y él, el cóndor que la sigue acechando.


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