Aprobado ya el proyecto por el Inca, llegaba el momento de iniciar las obras. Como los actuales peruanos, los incas conocían bien los problemas de una geografía empinada y lluviosa: el riesgo de corrimientos y desprendimientos de tierras y laderas, o “huaycos”, que hoy siguen produciendo catástrofes y cortes de carreteras. Por tanto, un factor fundamental era garantizar una adecuada cimentación y drenaje de todo lo que allí se iba a edificar. Esta fue la fase más dura e ingrata de la construcción de la ciudad, y Wright y Valencia consideran que supuso un 60% del esfuerzo constructivo del total, es decir, que casi 2 de cada 3 horas invertidas de trabajo están invisibles bajo el suelo.
Aprobado ya el proyecto por el Inca, llegaba el momento de iniciar las obras. Como los actuales peruanos, los incas conocían bien los problemas de una geografía empinada y lluviosa: el riesgo de corrimientos y desprendimientos de tierras y laderas, o “huaycos”, que hoy siguen produciendo catástrofes y cortes de carreteras. Por tanto, un factor fundamental era garantizar una adecuada cimentación y drenaje de todo lo que allí se iba a edificar. Esta fue la fase más dura e ingrata de la construcción de la ciudad, y Wright y Valencia consideran que supuso un 60% del esfuerzo constructivo del total, es decir, que casi 2 de cada 3 horas invertidas de trabajo están invisibles bajo el suelo.
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