por: Michelito Lagrave.
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La vivencia de
joven que dedico toda su niñez, a los toros, realmente son unas palabras de
mucho respeto pronunciadas con mucha claridad y sentimiento.
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A ti, tú que te
llamas anti taurino y nunca has tenido el menor contacto con un toro. A ti,
que dices que defiendes a un animal del que solo te acuerdas cuando toca ir
de manifestación... A ti, que para atacar lo que consideras un espectáculo
desagradable solo se te ocurre desnudarte y cubrirte de tomate...
A ti...te lo digo,
sí, a ti, desde el respeto que los que nos denominamos aficionados practicamos
hacia vosotros... Siéntate un día con un torero, habla con él, escúchale...
Solo así podrás saber que es amar a un animal, vivir por él.
Déjale que te
cuente como cuando todavía era un niño dejó aparcados los juguetes y decidió
empezar a jugarse la vida... Pregúntale porqué prefirió olvidar su juventud
para sacrificarse por un sueño, uno que sabía de antemano sería prácticamente
imposible de alcanzar. Intenta comprender lo que significa olvidarte de
todo... hasta de ti mismo, pensando, viviendo y soñando con ese animal que tú
tanto defiendes... Imagínate alejado de tu familia, de tus amigos, de tu
tierra y de tu gente. Y una tarde de invierno, abrígate y vete al campo con
él, mira como nace ese animal al que tanta devoción le profesas y observa
como te embiste cuando todavía no tiene fuerzas para ponerse en pie... la
próxima vez, no podrás decir que no nació para luchar, que no tiene
instinto...
Pasa tardes, meses
y años pensando en él al levantarte y soñando con él cuando llegue el final
del día... Pierde mujeres, amigo y familia que nunca llegaron a entender que
lo antepusieras sobre todo, que te quisieron con locura pero que no pudieron
soportar tus ausencias, que lo intentaron por todos los medios, pero que
nunca llegaron a entender esa obsesión que les dejaba siempre en un segundo
plano y te convirtió en un ser siempre pensativo y solitario... Más tarde,
dile al torero que te lleve unos días a su retiro invernal en el campo y
pídele que te presente a un ganadero. Te acogerá sin pensarlo en su casa y te
contará la verdad de la vida del toro, es el único que te puede explicar como
viven, como luchan entre ellos, como se afanan por ser los mejores en ese
albero que para ti es un matadero. Probablemente entre los dos te aburrirán
de historias de tentaderos, de tardes de gloria y de noches de decepción
porque las cosas no salieron como esperaban. Cuando llegue el amanecer ellos
seguirán contándote anécdotas cuyo único protagonista será siempre el mismo.
El toro.
Si después de todo
esto todavía tienes fuerza, sal al campo ponte cara a cara con un toro,
frente a él, a pecho descubierto, mírale a los ojos e intenta adivinar que es
lo que piensa hacer... Imagínate solo por un momento el dolor de una
cornada... Estate dispuesto, convencido y mentalizado de dejarte matar...
Después vuelve a tu casa. En la próxima manifestación, desnúdate, échate
tomate por encima, ponte unas falsas banderillas, alza la voz y mantén que
defiendes al toro bravo, que lo amas... Mientras estés desgañitándote en esa
manifestación habrá un torero llorando porque no supo entender un toro, habrá
un ganadero defendiendo una camada que si no fuera lidiada en la plaza
hubiera muerto hace tiempo, habrá un mayoral dándole de comer a cien animales
a los que conoce por su nombre y, con los ojos cerrados, habrá un chaval
haciendo autostop para ir a un tentadero, habrá una persona jugándose la vida
en la plaza, habrá mil, dos mil, cinco mil personas disfrutando de un Arte
maravilloso, de una sensibilidad extrema, de unas muñecas prodigiosas, de un
baile que solo pueden bailar los valientes... Pero sois vosotros los que
defendéis al toro bravo... No juguéis con su futuro porque estáis jugando con
el futuro de mucha gente que vive solo para que ese animal respire.
No quiero con este
alegato convenceros de nada. No intentéis convencerme a mí de que nosotros no
amamos al toro bravo.
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