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martes, 22 de agosto de 2017

Hipólito Unanue es como el reflejo de reflejos infinitos





Les hago entrega de la Pepa Peruana de esta semana, un esbozo sobre Hipólito Unanue, gran personaje, digno de una novela....! disfruten!

HIPÓLITO UNANUE: LA FÓRMULA MÁGICA

Hipólito Unanue es como el reflejo de reflejos infinitos en un salón de paredes revestidas de espejos, donde la realidad no sobrevive a la ilusión. Es en esa seriación de Unanues donde se deconstruye al personaje para devolverlo en lugares comunes, a la historia contada, pero con análisis. Hay que escuchar los bemoles y sostenidos de este complejo personaje bisagra de nuestra historia, testigo del paso de la Colonia a los primerísimos momentos de la República. Hace un tiempo, Uriel García hizo eso: observó a Unanue a través del microscopio, como hacen los hombres de ciencia.
Unanue no es el médico sabio confinado a un laboratorio, autor de grandes aportes científicos que revolucionaron su época. El mismo fue una fórmula mágica, un hechizo del que pocos se libraban. Realistas y patriotas, Dios, el diablo, virreyes, San Martín, Bolívar, y el mismo Fernando VII cayeron rendidos ante él.
Mariana Belzunce, la viuda del riquísimo hacendado Landaburo, dueño de tierras en Cañete y la
Plaza de Acho, lo protegió apenas llegó a Lima desde Arica, pobrísimo y listo para vestir el hábito franciscano. Mariana era audaz feminista, independentista y refinada limeña que entonaba los cantos de esclavos negros. E Hipólito, nada frugal, alto, blanco, de ojos azules y pelo azabache. Enigmático. Y consciente de sus atributos.
Hipólito trabajó en casa de los Landaburo y Belzunce como preceptor de Agustín Leocadio, hijo de Mariana. En los salones de la mansión se reunían los intelectuales más ilustrados a participar de las tertulias que organizaba la viuda. Allí se cocinaron milagros como el "Mercurio Peruano". Nuestro personaje publicó en esas páginas acerca de los monumentos del antiguo Perú, tema inédito para la época. También escribió sobre las bondades de la hoja de coca y sobre el avistamiento de un OVNI en tierras cañetanas, el 25 de diciembre de 1790. Se fue haciendo de prestigio como médico, político y caballero cortesano.
No cabe duda de que su capacidad de gestión y poder de seducción lo llevaron a conseguir grandes cosas, desde la construcción del primer cementerio de Lima hasta la primera campaña de vacunación contra la viruela. Es interesante cómo viajó la vacuna desde Cádiz hasta las serranías a través del Qhapaq Ñan, en los brazos de niños huérfanos. Pero Unanue no fue un héroe. Era humano. Movió sus influencias para conseguir el tan anhelado protomedicato que negó Carlos IV de España. Se metió al bolsillo a Fernando VII, hijo de Carlos, a quien fue a darle la terrible noticia de que el protomedicato se lo darían a Dávalos, un estudioso de la ciencia con grandes aportes, pero mulato. Al final, Unanue logró su ansiado nombramiento como protomédico, sin concurso, como hasta entonces se había hecho. Es decir, a dedo. Por este y otros motivos relacionados a sus prácticas poco formales, los altos círculos de San Marcos lo miraron con desprecio. Hoy, su estatua yace frente a la casona de la universidad.
Su vida podría perfectamente inspirar el guión de una novela de O'Globo. Tiene los ingredientes para un éxito de taquilla: ambición y política, conquista, independencia, ciencia, campo y ciudad, realeza y esclavitud, racismo e historia de amor.

Por: Josefina Barrón shared Fundación BBVA Continental video.


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