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lunes, 29 de julio de 2019

Y se llama Perú



Y se llama Perú

Cosechando mis mares, sembrando mis tierras
yo quiero más a mi patria,
Mi nación que luchando rompió las cadenas
de la esclavitud.
Esa la tierra del Inca que el sol ilumina
porque Dios lo manda, y es que Dios a la gloria
le cambió de nombre y le puso PERU.
Atesoran sus playas la riqueza pesqueras
de mi mar soberano, y en la sierra bravía la nieve
perpetuaes bandera de paz, la montaña en sus venas
guardara el petróleo, ese petróleo de nuestro mañana,
y la tierra serrana nos da a manos llenas el acero
y el pan.
Y se llama PERU, con P de patria, la E del ejemplo,
la R del rifle, la U de la unión...
Yo me llamo PERU, es que mi raza, mi raza peruana
con la sangre y el alma pintó los colores
de mi pabellón.
Yo también me llamo PERU con P de Patria,
la E del ejemplo, la R del rifle,
la U de la unión...
Yo me llamo PERU, pues mi raza, mi raza es peruana
con la sangre y el alma pintó los colores
de mi pabellón.
Y se llama y se llama PERU, con P de patria, la E del
ejemplo, la R del rifle, la U de la unión...
Yo me llamo PERU, pues mi raza, mi raza es peruana
con la sangre y el alma pintó los colores
de mi pabellón.
Yo también me llamo PERU con P de Patria,
la E del ejemplo, la R del rifle,
la U de la unión...
Yo me llamo PERU, es que mi raza, mi raza peruana
con la sangre y el alma pintó los colores
de mi pabellón.



Contigo Perú

Feliz 28 de Julio Viva El Perú 





«Contigo Perú»

Fue creado unos años después del gran éxito «Y se llama Perú», canción que Juan Velasco Alvarado le pidió componer a Polo Campos durante la clasificación al mundial Alemania 1974, para alentar al país. Segundo himno nacional del Perú.


Cuando despiertan mis ojos y veo
Que sigo viviendo contigo Perú
Emocionado doy gracias al cielo
Por dar me la vida contigo Perú
Tu eres muy grande
y siempre lo seguirás siendo
Pero si todos estamos contigo Perú
Sobre mi pecho
Yo llevo tus colores
Y están mis amores contigo Perú
Somos tus hijos
Y nos uniremos
Y seguro que triunfaremos contigo Perú
Unida la costa
Unida la sierra

Unida la selva
Contigo Perú
Unido el trabajo
Unido el deporte
Unidos el norte, el centro y el sur
A triunfar peruanos
Que somos hermanos
Que sea la victoria nuestra gran gratitud
Yo si puedo darte mi vida
Y si yo muriera
Tendría la dicha de unirme en la tierra contigo
contigo Perú
ojala pudiera darte mi vida
y cuando yo muera unirme en la tierra
contigo Perú





lunes, 15 de julio de 2019

28 de Julio en el Perú




FIRMA EL ACTA DE INDEPENDENCIA. El 15 de julio de 1821, un día antes, el general San Martín había convocado a Cabildo abierto. Al día siguiente el alcalde de Lima Isidro Cortázar y Abarca, conde de San Isidro convocó a la reunión en el cabildo.
A la 11 de la mañana se inició la sesión en el cabildo de Lima. Luego de varios discursos, se presentó el acta de Independencia documento redactado por el abogado ariqueño Manuel Pérez de Tudela, gran colaborador de San Martín.
Este documento fue firmado por los vecinos notables de Lima y luego por los vecinos y habitantes de Lima, se llegaron a recolectar 3,500 firmas. Muchos criollos y nobles se vieron obligados a firmarlo por temor al ejercito patriota.
En este documento se encuentran las rúbricas del Alcalde y el arzobispo de Lima, el conde de la Vega del Ren, Javier de Luna Pizarro, José de la Riva-Agüero, entre otros.
En la Ciudad de los Reyes del Perú, en quince de julio de mil ochocientos veinte y uno. Reunidos en este Excelentísimo Ayuntamiento los señores que lo componen, con el Excelentísimo e Ilustrísimo Señor Arzobispo de esta Santa Iglesia Metropolitana, prelados de los conventos religiosos, títulos de Castilla y varios vecinos de esta capital, con el objeto de dar cumplimiento a lo prevenido en oficio del Excelentísimo Señor General en Jefe del Ejército Libertador don José de San Martín, del día de ayer, cuyo tenor se ha leído; e impuestos de su contenido reducido a que las personas de conocida probidad, luces y patriotismo que habitan esta capital expresasen si la opinión general se hallaba decidida por la independencia, cuyo voto le sirviese de norte al expresado Señor General para proceder a la jura de ella. Todos los señores concurrentes por sí y satisfechos de la opinión de los habitantes de la capital dijeron: Que la voluntad general está decidida por la independencia del Perú de la dominación española y de cualquiera otra extranjera; y que para que se proceda a su sanción por medio del correspondiente juramento, se conteste con copia certificada de esta acta al mismo Señor Excelentísimo y firmaron los señores: El Conde de San Isidro – Bartolomé Arzobispo de Lima – Francisco de Zárate – Simón Rávago – Francisco Valles – Pedro de la Puente – Francisco Xavier de Echagüe – Manuel de Arias – el Conde de la Vega del Ren – fr. Gerónimo Cavero – José Ignacio Palacios – Antonio Padilla, síndico procurador general – José Mariano Aguirre – el Conde de Las lagunas – Francisco Concha – Toribio Rodríguez – Xavier de Luna Pizarro – José de la Riva Agüero – Andrés Salazar – Francisco Salazar – José de Arriz – el Marqués de Villafuerte – doctor Segundo Antonio Carrión – Juan de Echevarría – Juan Manuel Manzano – el Marqués de Casa Dávila – Nicolás de Aranivar – Tomás de Méndez y La Chica (continúan las firmas).





domingo, 7 de julio de 2019

El fútbol nos recuerda que en algo coincidimos




NOSOTROS
Me viene a la mente el niño argelino pobrísimo que jugaba fútbol en el colegio público con clavos de metal en las suelas de los zapatos, para no gastarlos. Aunque resbalase en cada pase y por momentos cayese, Albert Camus, el niño que fue premio Nobel de Literatura, se hizo hombre allí, entre dos arcos, en la pugna por la sobrevivencia de su integridad, en la incesante búsqueda de pertenencia que marcó su vida. Ni la tuberculosis alejó a Camus del fútbol. Aunque no fuera más el portero que prometía, llegó a decir que allí, en el campo, había aprendido todo lo que supo sobre la moral y el comportamiento de los hombres.
Sé que sonará iluso, pero el fútbol no es un negocio aunque mueva montañas de oro. El fútbol hace rato dejó de ser deporte. Quizás nunca lo fue. El fútbol no será industria nada más porque despierta conciencias, acelera y detiene corazones, congrega millones de almas que imploran al unísono y sufren la misma pérdida. Tiene la capacidad de atravesar barreras sociales y económicas para tocar a todos por igual. Carga la fuerza mística de la religión. De hecho, es la menos sórdida y peligrosa de todas las religiones. La más humana de las fuerzas que mueven al mundo.
Estadio Nacional, noche húmeda, fría y caliente, viernes 6 de setiembre. El tumulto ensordece, una
bandera enorme cubre la trinchera sur. Lleva escrita la palabra coraje. La gente salta, baila, ruge, queda afónica, se frustra, carajea. Como en una verdadera ceremonia de fe y fervor, no existen los individuos. Existe la masa, el espíritu de cuerpo, la energía colectiva.
Tuve una sensación, parecida a la certeza, de ser parte de algo más grande que yo, un efecto cósmico que ninguna campaña publicitaria, ni la más emotiva de las misas o el más audaz de los discursos políticos ha logrado exacerbar en mí.
El fútbol nos recuerda que en algo coincidimos: somos parte de un mismo equipo. Peruanos. El fútbol nos pone a todos nosotros, por noventa minutos, en el mismo arco, y ese ya es un triunfo. Perdimos, sí, pero siempre ganamos. Porque en cada uno de esos partidos determinantes, los peruanos se congregan en sus elegantísimas casas o en los callejones del Cercado, alrededor de una pequeña radio para soñar y, por qué no, para llorar a la vez. Ese es el verdadero valor del fútbol. Aquel grito colectivo que emana del barrio, de la ciudad, del pueblo, del país.
Es cierto que, algunas veces jugamos bien al comienzo, que nos portamos mal al final, que el árbitro no parecía juez y sí, que los charrúas vinieron a jugar rugby, los venezolanos a jugarnos sucio, qué se yo. Pero también es verdad que todos, en mayor o menor intensidad, sangramos con Guerrero, lloramos con Farfán, saltamos con Oreja Flores… todos sentimos la ira del hincha, todos fuimos hinchas golpeados con la frustración del gol ajeno, todos reconocimos al mismo rival, todos hicimos esa ola que se esparció por las tribunas, todos teñimos de rojo el estadio y de nostalgia la madrugada.
Más de uno responderá a estas palabras argumentando que odia el fútbol, que siempre jugamos bien y nunca ganamos, pero ese manifiesto es ya señal de identidad, plegaria que ni tú ni yo y sí nosotros, lanzamos al aire enrarecido. Y eso ya nos convierte en un solo cuerpo.
                                                             Por; Josefina Barrón